sábado, 18 de abril de 2009

Maleteros

Cuando firmamos un contrato con Ciempiés, debo avisar al personal de que existe una cláusula elíptica que dice que “renuncias por completo al usufructo del portamaletas de tu propio vehículo”. La vida siempre en el camino que laboralmente llevamos hace que nuestro maletero (sea del tamaño que sea) se encuentre siempre atestado de cachivaches, juguetes y material de papelería, entre otras muchas cosas: gajes del oficio.

Incluso dicen las malas lenguas que una vez paró la Guardia Civil al “Emperador”, en aquel coche blanco (destartalado por la edad y el uso) que tenía antes de su nueva y flamante Kangoo y al ver cómo llevaba el coche de lleno de material inverosímil variado le preguntaron si era cartonero.
Y no es lo peor que puede ocurrirnos. Imaginaos la situación: la ilustre benemérita nos detiene por hablar por cualquier motivo y nos pide que abramos el maletero; al ver ese antiestético cubo lleno de materia sospechosa no se resisten a preguntar de qué se trata. A ello no nos que más remedio que responder “sí, señor agente, lo que hay en el cubo es caca de la vaca. Pero no una caca cualquiera, sino nada más y nada menos que el hogar de un montón de Lombrices Rojas de California: toma ya”. De ahí al manicomio o la perrera, según se lo tomen…

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