lunes, 26 de octubre de 2009

... y lo que me queda

Cuando entré en este mundo todoterreno “de profesión: tontás”, el “Emperador” me hizo ver que iba a desempeñar un trabajo muy humano, nada mecánico, y donde la empatía iba a ser mi principal herramienta de trabajo. A veces me siento, en el mejor de los aspectos, un poco payaso, en el sentido de que los receptores de aquello que hago no esperan de mí otra cosa que alegría y paciencia, y ya puede ponerse el sol por Antequera o tú estar hecho polvo por dentro o por fuera, ellos deben verte como la fuente de su entretenimiento en el rato que estéis juntos.

También aprendí con el tiempo que esta empresa comparte sus emociones y se nutre a veces de ellas (recuerdo como principal ejemplo de este año que se acaba la sentida muerte de Luis, querido vecino del cortijo, para los más nuevos).

Con todo esto quiero dirigirme a los que habéis entrado este curso. Puede ocurriros que os encontréis un día agotados, o enfadados, o simplemente que os levantéis con el pie cambiado; puede pasar que un trabajo no se os reconozca o parezca mal, cuando os ha costado mucho esfuerzo y cariño sacarlo adelante, y la cerril injusticia os hará sentir frustrados, incomprendidos, ofendidos o incluso agobiados. Por interiorismos varios no atravieso mi mejor momento personal, y unido a un comienzo de curso que está resultando complicado hace que no goce siempre de toda la alegría que habitualmente me ha acompañado; pero cuando ello ocurre, viene “Manolito” y me dice que le ate los cordones con una cara de bebé que no puede evitar, y “Luisita” enterneciéndome con lo último que le ha dibujado a su papá, y los ves taaaaan frágiles y necesitados de esa despreocupación que con los años desaparece para no volver, que no puedes hacer otra cosa que sonreírles y hacerles el payaso otra vez para que echen unas risas. Tanto rollo viene a querer decir que os deseo mucho ánimo, que os repongáis a los tropiezos y que aprendáis de lo bueno de aquellos que llevan tiempo en esto, de la misma forma que vosotros nos transmitís entusiasmo.

A mí me lo transmitieron un amigo al que nunca se le va la cabeza con la música a otra parte y siempre lo hace bien, otra que es pura energía y se pasa la vida en la carretera con su cochecillo, otra más que tiene coraza de piel de cactus pero es puro bizcocho, la chica más dulce que he visto a la hora de tratar a un niño (con una cara oculta de peligroso camionero), la cómplicidad con forma de monitora, otra que es puro esfuerzo, otra más que (aunque parezca mentira) trabaja más que habla, aquella que parece que no está y siempre cumple, y algunos que se marcharon. Todo eso he aprendido… y lo que me queda.