sábado, 28 de marzo de 2009

Nombres

Siempre he tenido la a veces dudosa capacidad para no pasar de puntillas por los sitios, y ello me ha proporcionado una amplia gama de calificativos por parte de los demás, tanto buenos como menos buenos. A nivel laboral es algo parecido: trabajar fundamentalmente con niños hace que haya respondido a una variedad de nombres entre los que están el de profe (el más habitual), profesor, maestro, Juan, monitor, tito, señor, señorito o incluso payo (Vero y Elena "¿quieres un poquito de romero?" Moreno sabrán bien a qué me refiero). En ocasiones, posterior chufla generalizada incluída, algún pequeño se ha confundido y me ha llamado papá, ante lo que he reaccionado con naturalidad y una sonrisa en la boca, diciéndole que “papá está en el trabajo y luego vendrá a recogerle”. Pero el otro día me ocurrió lo inesperado: en pleno ataque de ansiosa búsqueda de atención personalizada por parte de un niño de 5 años, ya que mi tiempo estaba siendo repartido entre los otros 40 compañeros y compañeras, éste tiró de mi manga y un lapsus mental le llevó a llamarme “mamá”. Ya os podéis imaginar el pitorreo del resto; quedé con cara de haba durante un buen rato. Quién me iba a decir a mí hace unos años que en mi vida alguien me iba a llamar mamá alguna vez. Si no fuera porque este trabajo te sorprende cada día, diría que ya lo he visto todo…

martes, 24 de marzo de 2009

Primer día

“Vente el lunes a conocer a todos, que tenemos reunión general”, me dijo la chica que me entrevistó el otro día mientras con naturalidad trataba de controlar, reprobadora, las embestidas de aquel perrillo loco por subírseme encima. Así, de un día para otro me veía yendo a conocer a mis nuevos compañeros e inmersa en la vida laboral. Definitivamente parece que causé buena impresión.
Reconozco que me ha costado dormir, nerviosa ante lo desconocido, y el cansancio no va a ser precisamente mi mejor compañero, pero no puedo volver atrás y me levanto bien temprano (luego descubriría que en realidad aún no tenía ni idea de lo que era madrugar) al son de mi despertador. Me doy todo el tiempo del mundo para corregir mis ojeras con maquillaje y ponerme bien guapa para tener buena imagen ante toda esa gente desconocida que temía como a cocodrilos hambrientos.
¿Tacón intermedio o tacón alto?, era mi gran dilema. Finalmente me decanté por la primera posibilidad, y estar mona sin llamar demasiado la atención, para no pasar un mal rato siendo objeto de la mirada de los demás demasiado tiempo.
Y entre disyuntivas y demás fue transcurriendo el tiempo al galope hasta el temido momento de hacer mi aparición en aquel curioso sitio para ser llamado “oficina” rodeado de vegetación. Nada más llegar (tarde, lo que agravaba mi inseguridad: maldito tráfico del demonio) me recibieron amablemente un tipo desgarbado en chándal y otro que parecía venir de alguna guerra, con ropa campestre, manos y cara visiblemente tiznados de barro, arcilla o algo así. Más tarde me contarían que aquella extraña pareja eran dos de mis jefes, aunque por su cercanía no lo parecían. No era precisamente la imagen mental que a priori tenía de ellos.
Me guiaron hasta una pequeña construcción, entre ortigas y plantaciones de tomates, dejé atrás charcos que amenazaban mi vestuario y pasé al lado de donde por olor y gruñidos parecía haber ¡un cerdo!
La gente (todos casi tan jóvenes como yo, un alivio) se arremolinaba al aire libre en torno a una mesa, como si estuvieran de picnic, zampando bocadillos de chorizo, y una chica de amplia sonrisa me dijo que podía coger algo de lo que había en la mesa para comer, que no me cortara. No quería comenzar con mal pie, así que tomé algo, sufriendo cada bocado por mi dieta.
Todo resultó ser más fácil de lo que tenía previsto, y fui muy bien tratada. Allí parecían estar en el salón de su casa y nadie me hizo sentir incómoda, aunque algunos no pudieron evitar dedicarme una sonrisa socarrona tras mirar mis tacones llenos de barro. Tengo que replantearme el tema estético, pero después de todo, puede que encaje aquí…


* Nota: esta historieta está basada en hechos reales, pero cualquier parecido de los protagonistas con personas de verdad es pura coincidencia. Ningún monitor resultó herido física o emocionalmente en la elaboración del relato.