sábado, 23 de mayo de 2009

De papel

El origami es el arte japonés que tiene por finalidad elaborar figuras de formas variadas, plegando un papel. En este arte no se utiliza ningún otro tipo de material, solo manos y papel. En España esta tendencia artística es conocida como papiroflexia.

El origami alcanza fines pedagógicos, pues tiende a beneficiar el desarrollo intelectual, la creatividad, hace énfasis en la coordinación de las manos, influye en la autoestima positiva, fortalece la concentración; y es en la precisión o exactitud donde se deja ver las destrezas aplicadas para la elaboración de cada modelo producido por el pensamiento y la imaginación. Además, es indiscutiblemente divertido, y por todo ello debe tomarse muy en serio como medida lúdica, terapéutica y educativa.
Es un evidente recurso en nuestro campo y capaz de calmar a grandes turbas de niños desmadrados; y digo niños por inercia, ya que es perfecto, según la dificultad de las figuras, para cualquier edad.
Espero haber acercado esta interesante afición un poco más a todo aquél extraterrestre que la desconocía o minusvaloraba. He dicho.


jueves, 21 de mayo de 2009

“LOS CUENTOS, UNA BELLA HERRAMIENTA PARA EDUCAR EN VALORES”.

Después de tener hace poco tiempo la oportunidad de participar en un Taller de Cuentos para educar en valores, comprendí la importancia y eficacia que puede llegar a tener, el recurrir a los cuentos para hacernos reflexionar y aprender.

Esta técnica educativa y popular ha estado y está presente en todas las épocas y culturas.

Una cuestión importante sería ¿Los cuentos son sólo para niños/as? Sería un error pensar que sí.
Este género literario es un atrayente y eficaz manera de sensibilizar, despertar la creatividad, transmitir ideas, mensajes y valores… de forma atractiva y hasta lúdica.

A través de los mensajes de las historias, se puede educar en valores. (Ejemplo: autoestima, humildad, ingenio, libertad, ecología, trabajo en equipo, solidaridad…, e incluso habilidades sociales y comunicativas: la empatía, la escucha activa…)

El cuento podría describirse pues, como un “ropaje de la realidad”.Para educar a través de esta técnica, os recomiendo:

Tener en cuenta los intereses, necesidades y posibilidades del grupo.
Elegir los cuentos que más se adecuen a nuestros objetivos.
El educador o la educadora, después de la narración, puede proponer el hacer ejercicios: proponer preguntas, abrir un debate, contar experiencias, hacer alguna dinámica…

“Si ayudamos a revivir el mundo de los cuentos en los diferentes ámbitos de la educación, estamos colaborando a constituir un mundo de más ternura, que quizás, es una de las mayores lagunas de nuestra sociedad.” Alfonso Francia y Gema Sánchez.


Y recordad:

“LOS CUENTOS SON REGALOS QUE PERDURAN TODA LA VIDA”

miércoles, 20 de mayo de 2009

Cara de idiota

Esto me ocurrió hace algún tiempo en una sesión de moldeado creativo. Andurreaba de asiento en asiento a ver qué me estaban haciendo los pequeños artistas con la plastilina y me topo con la obra de Alberto, un niño de sólo cuatro años. En vez de realizar una figura en tres dimensiones como los demás, parecía estar haciendo una especie de cuadro pegando tiritas en el tablero de la mesa; le pregunté de qué se trataba y me respondió con aspecto ofendido "es la torre de Francia". Me fijé con más detenimiento y se me quedó una considerable cara de idiota. Vaya cuatro años bien llevados. Por supuesto, tuve que hacerle una foto...



jueves, 7 de mayo de 2009

Solidaridad

Me inspiré para escribir esta pequeña historia en algo que me contó un muy anciano combatiente de la Guerra Civil, y que me hizo ver casi cara a cara que en todos lados cuecen habas y lo terriblemente destructiva que es una guerra en todos los aspectos posibles, y no sólo en el material. Los miedos y los rencores jhacen aflorar lo peor de la especie humana, igualmente capaz de lo mejor. Ahí os lo dejo...
Nadie conoce a nadie
Era un desapacible día de noviembre y los milicianos habían vuelto a tomar el pueblo. El frío se atrincheraba en pies y manos hasta adormecerlos de dolor y el cielo se tornaba aquella mañana de un gris plomizo que parecía barruntar los peores presagios a unos vecinos agotados de luchar por sus vidas en la pesadilla fratricida que los malos tiempos les obligaban a vivir.
No obstante, maldita naturaleza humana, codicias, rencores y envidias pesaban mucho más que el agotamiento de espíritu, y las reconquistas siempre han sido el escenario perfecto para ajustes de cuentas, puñaladas traperas y ventas al mejor postor; pagando justos por pecadores con el único argumento de ser delatados por alguien “fiel” a la nueva causa, vecinos y familiares se veían despojados, con suerte, de todo cuanto tenían en beneficio de aquellos que clamaban equilibrar la balanza.
Doña Rosario encajaba el pesado postigo de la ventana mientras la señora Adela cerraba con llave las puertas que separaban el zaguán del resto de su deteriorado hogar. Ambas vivían en lo que quedaba de una de las mejores casas de la región, cuyos muros resistían cada vez peor las inclemencias de una guerra despiadada (como todas ellas) que no parecía tener final. Juntas, al igual que el resto de vecinos de la calle principal, intentaban escapar del miedo y el peso de sus conciencias, como un niño que cubre con la sábana su cabeza, de lo que a pocos metros de aquellos muros estaba ocurriendo. Las campanas de la iglesia no repicaban a pesar de ser las nueve en punto, y por la calle sólo se oían los ladridos de un perro cuya inconsciencia animaba a poner banda sonora al silencio sepulcral. Pocos minutos después, los habitantes más osados o ansiosos de revancha pudieron vislumbrar a través de rendijas en los muros de su vergüenza cómo pasaban con destino poco definido y siniestras intenciones a un grupo de combatientes ajados por las circunstancias -muchachos de apenas quince años en su gran mayoría- y provistos de navajas, garrotes y pocas armas de fuego que dirigían a empujones la comitiva encabezada por don Marcial, párroco del pueblo. Atadas las manos y tiznado su huesudo rostro, el cura buscaba desesperado con sus ojos llorosos algo (o más bien alguien) a lo que asirse. Era el momento de rezar, de poner su vida en paz antes de despedirse de ella, pero todo cuanto le salía era observar horrorizado las puertas y ventanas cerradas de los que el día anterior asistieron a misa de nueve, balbuciendo con aire ausente una y otra vez “¿no me conoce nadie?, ¿pero es que nadie me conoce?”