viernes, 31 de diciembre de 2010

las disculpas

Pido disculpas abiertamente por haber llevado un trozo de nuestra intimidad al blog, es cierto qeu el tono jocoso puede confundir, y que más bien parece ensalzar el consumo que reprender el exceso de tales sustancias cuando en un blog de monitores que se dedican a educación debiera imperar el sentido común en cuanto a estas cuestiones se refiere... a Anabel en concreto le pido perdone mis palabras en la anterior entrada y espero que sepa entender el error. Prometo no volver a introducir entradas de esta guisa en el blog.
Espero sean aceptadas las disculpas

domingo, 19 de diciembre de 2010

Derivado del endemoniado volumen de alcohol ingerido en la última cita, el viernes pasado, con los compañeros más queridos de trabajo que he tenido nunca... permanecí en estado de shock gastroenteritico-neurotóxico-espasmódico-galopante durante todo el sabado... de hecho escribo ahora desde un olimpo que jamás hubiera soñado habitar, el de aquellos que han vuelto a la vida después de navegar por la Estigia... y justo que ahora como buen juerguista prometo no volver a beber más en la vida, todos sabemos que volveré y espero entonces qeu me acompañéis en ese tránsito... porque lo verdaderamente malo de beber me he dado cuenta qeu es dejar de hacerlo... imaginense que en pleno vigor y énfasis de mi disfrute vital, en aquellos bailes efímeros y dionisíacos, embriagado de efluvios etílicos, hube de irme a casa y ahí comenzó lo malo, la maldita habitación giratoria que alquilamos hace ya mas de tres años le da por accionarse precisamente esa noche, y claro hube de soltar líquidos como ritual básico descongestivo... a la mañana siguiente tenía el martillo pilón golpeándome la cabeza y me dió por intentar calmar sus ansias con Ibuprofeno 600 mg en una dosis efervescente de sabor anaranjado que como no era de extrañar, duró entre mis pieles lo que dura una loncha de coca en el servicio de la Copera (Vease discoteca frecuentada por jóvenes de la noche granadina), igual maniobra se obró con la manzanilla, el arroz blanco y demás... y yo solo me pregunto ¿Porque me fui de aquella fiesta?

Ya estoy recuperado... el primperan y el omeprazol pueden hacer milagros...
Espero que lo pasaraís muy bien y que repitamos, pero dejando algo de alcohol a las pobres almas qeu quieran disfrutarlo... jejejeje

sábado, 18 de diciembre de 2010

El derecho a soñar

Ahí os dejo un inspirador texto que he oído en boca de Eduardo Galeano.


"Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura en los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron en 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies.

En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.

Los cocineros no creeerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.

La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

El aire estárá limpio de los venenos de las máquinas, y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.

El mundo ya no estará en guerra con los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.

Una mujer, negra, será presidente de Brasil y otra mujer, negra, será presidente de los Estados Unidos de América.
Una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú.

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.

En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés:
El sexto mandamiento ordenará: "Festejarás el cuerpo".
El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.

Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.

La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte".

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.

Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero."

viernes, 29 de octubre de 2010

un cuento mirmidonio de Zujaira (mi pueblo)

MIRMIDONES.

Se pagaba con grano y sal. La mayoría de los jornales no daban ni para un par de barras y por septiembre empezaban a tronar las tormentas de voces en las casas, tormentas famosas por las que se conocía al pueblo. Eran voces de dolor de estómago de llevar más de siete días sin comer más que cebollas fritas o cardos o a lo mucho unas gachas, eso el que comía algo porque la gran mayoría se alimentaba del agua del pilar y claro salían novias nuevas y cada año más niños pedían comida y así una y otra vez hasta que llegó el año del tuerto.
El tuerto llegó al pueblo con una cuadrilla de mercenarios porteños y les mandó construir el granero, antes nunca se había sabido dónde se llevaba el señorico el grano, dónde lo metía, pero ahora se sabía que era en grandes graneros como el que El Tuerto estaba encajonando por debajo de la Realenga. Los brazos tiznados de los porteños y el sudor de sus axilas cubrían de un manto cieno y húmedo los cimientos del coloso que albergaría al cuerpo divino que alimentaba a los de la ciudad durante todo el año. Palo a palo y casco a casco fueron colocando el granero por debajo de la Realenga para que se sellara allí la cosecha de próximos años.
Al principio pareció que iba a ser un buen invento porque llegaban nuevos chismes sobre las nuevas máquinas que estaban poniendo en Barcelona y dijeron que a lo mejor se iba a poner en el pueblo una fábrica de Pan para producir para toda España, fíjese usted que tontería. Los ricos de mi pueblo jamás quisieron producir sino para su bolsillo y la tierra una vez escaldada de los enojos que le causaban se pudrió hasta que llegaran manos bravas a cuidar de su silencio.
Aquel año hubo menos faena y los mocicos eran muchos, y la sequía había dejado sin remolacha los campos, y sin azúcar y sin grano no se tenía ni para empezar el verano.
Un italiano se había pasado una mañana a rezar el rosario a los jornaleros y después todos montaron una fiesta de palos y gritos en la plaza, hasta que llego la guardia y se lió a pegar tiros al cielo que en vez de sangrar por el daño, se reía sólido e imperturbable.
Yo no sabía que era ser italiano pero como todos los niños decían que el italiano era italiano yo lo digo y ya está, el italiano traía libros para los que supieran leer y los que no sabían leían los dibujos que traían los libros. Él, viejo para las ostias, daba la cantinela por las tardes y luego se iba a no se que sitio de por encima del cortijo de Sabino.
Esa tarde me colé en la alacena de los señoricos con plan de pillarle un par de onzas de chocolate y la muy puerca de la sirvienta se lió con el chillerío y despertó a los capataces que andaban envueltos en moscas roncando la siesta del mediodía. Salí a Correr sin pensarlo siquiera y atravesé las cercas sin que supieran por dónde me había escabullido, con los bolsillos hinchados de dulces y mantecados que los señoricos tenían de todo lo que nunca se comía en el pueblo. Sólo escuché un petardo detrás mía y luego un chiflido, zas, me habían alcanzado pero seguí corriendo como alma que lleva el diablo, sabiéndome perdido si me enganchaban los esbirros de los “bien peinaos”…
Cuántas horas corrí es una incógnita que no puedo revelarles por que ni tan siquiera haciendo un esfuerzo recuerdo por dónde pisaron mis pies.
Lo que si sé es que llegue a la cabaña oculta del italiano en la que dos Zánganos como el italiano guardaban la puerta y me decían “Como se quiama” “Cosa fai” y cosas así que yo les había escuchado ya, seguro que no sabían ni hablar, lo bueno es que me dijeron que pasara porque yo estaba muy cansado de tanto que había corrido y me quería comer el chocolate no vaya que se me derritiera en el bolsillo.
Me dieron jabón y agua, me dieron un poco de pan para el chocolate aunque tuve que compartir mi botín con ellos. El viejo, el que hablaba todas las tardes en el bar de la plaza, me dijo que todo lo que uno le quita a los ricos debe compartirlo con aquellos que son de su clase, que lo decían los libros del saber que el se encargaba de recitarle al pueblo. Yo no tenía clase por que eso eran cosas de los grandes, yo solo tenía hambre y por eso había robado, encima del perdigón en el costado tenía que darle la mitad a los zarrios esos.
Se la di, pero sólo a cambio que me enseñara a leer los libros para ver si era verdad que ponían eso que el me contaba y si no era así les haría que vomitaran todo el chocolate a fuerza de darles pedradas en el estómago.
Se reían mucho conmigo y en el fondo yo me lo pasaba mejor que en mi casa, porque ellos no veían mal que robara y mi madre cada vez que le traía algo del campo o de los establos del señorico me daba cuatro guantás y me acostaba calentico, encima de rezar un ave maría y un padre nuestro para que Dios me perdonara, pero padre nuestro como el de antiguamente, de eso que no se sabía que estabas escupiendo, porque no se enteraba nadie más que el cura.
El viejo italiano no me decía nada, tan sólo que no le robara a los jornaleros, ya ve usted el problema, si no tenían ni para pagarse un chato en el bar.
Le inflé de vinos y quesos la despensa al italiano que me enseñó muchos libros, cuando llegó el momento me dio que leyera el “Robin hu” y es verdad eso de que se roba a los ricos para dárselo a los pobres. Hubiera podido tirarme así toda la vida, robando y leyendo cosas en los libros, pero el Cortijo Sabino no era la Nachiona Galeri de las bibliotecas decía el italiano… joder ni yo era Robin hu y teníamos la despensa que parecía la de Federico García. Se nos gastaron los libros y aquello de verdad que era un problema porque sino que iba yo a tener como pago a mis trabajos. Los del pueblo habían comido queso y pan, y vino bueno, habían podido hacer potajes y ollas y caldereta, tocino fresco y chorizo y gallinas desplumadas. Y ninguno me había buscado nuevos libros para leer. Me había leído ya “Colmillo blanco” tres o cuatro veces, “El libro de la selva” siete, “Peter Pan” cuatro, “Alicia” tres y al Capuchito ni te cuento por que me lo tenía más repetido que el ajo. Al final, que quieres, tuve que buscarme la vida y me fui mas allá de la alameda para que la gente de Zujaira no me reconociera, por la fuente de la teja pude ver como unos enamorados se revolcaban y me acerqué a ver que hacían, aquellos cuerpos tan asquerosos me provocaron risa y al reírme se asustaron dejándome ver las ubres de la hija del capataz y la cara del Tuerto. Mientras salía a correr pensé que no sería la única vez que habrían estado dándole a la manguera los dos a espaldas del capataz, y la niña sin desposar, y el Tuerto que lo único que tenía era mierda en las tripas, ni dónde caerse muerto, por muy malnacido que fuera. Se iba a poner bonico el capataz si se enteraba de la jugarreta, eso pensé yo, aunque luego he sabido que apaños de esos se hacían entre los ricos de todo tipo. Que a los picha flojas de la familia les daban a las preñás para que no hubiese rumores ni de “inversión” ni de “deslices”. Cosas de los ricos que no les gustaba que la gente de la calle andara con el cotilleo siempre.
Seguí la vereda de la Fuente y llegué a Asquerosa por el camino de Láchar. Por el Camino fui leyendo un libro que me había dejado el italiano, el libro de “Pedro Prokin”, y la verdad es que me gustó por que hablaba de hormigas, y yo no sabía que las hormigas eran tan importantes, yo a lo mucho jugaba a subirlas a un palillo, sin embargo allí se decía de ellas que eran capaces de montar un regimiento para buscar la comida para todo el invierno. Pasé por enfrente de la iglesia de Asquerosa y en una casa estaban metiendo un mueble negro que sonaba, luego me entere que eso se llamaba piano y que esos tenían uno en todas las casas que tenían, ya ves un mueble pa tocar canciones cuando con una pandereta se apaña uno mejor, la cosa es que si les daba la guita para comprar tantos pianos lo mismo también tenían libros pa llenar espuertas. Esperé a la noche y vi como se iban todos, salté el portón y sobre la tapia estuve a punto de caerme pero al final pude colarme por el resbaladero hasta el patio dónde un perro ladraba poniéndome en un aprieto. No le di queriendo, fue un acto reflejo, no se puede hacer tanto ruido a esas horas, la gente esta acostada y si los despiertas les pasa como al capataz cuando me pilló la puerca de la sirvienta en la alacena de los señoricos.
La puerta interior daba a la cocina y estaba cerrada, suerte que el perro sería de mi estatura y pude colarme por la rejilla de la puerta adentro. Chorizos y morcillas para vender para montar un puesto y si son mantequilla fresca y huevos tres cuartas de lo mismo. Cuando seguí avanzando caí en la cuenta en que no llevaba ni mistos para encender una mísera vela y la luz que me entraba de la calle valía para dar aire de misterio al cuadro pero desde luego no para leer los títulos de los libros. Porque vaya si había libros, una biblioteca entera, Homero, Virgilio, y no se cuantos cortijeros más que habían escrito el suyo, Ovidio, Herodoto, luego nombres muy raros, Honore Balzá, Mallarmé, gente que era seguro de Asquerosa como uno que se llamaba Garcilaso, aunque como no le gustaba decir Asquerosa decía Garcilaso de la Vega, como si no supiéramos que los señoricos de Asquerosa no les gustaba decir que eran de Asquerosa. Pasé muchas horas tirado en el suelo de aquella pequeña salita, horneando versos que se me disfrazaban de horas, comiendo de su néctar amargo que me hacía dibujar en el cielo de la habitación densos escenarios de luces majestuosas de adornos tornasoles.
Quede dormido y volví a despertar, pero la casa seguía en calma y me dí cuenta que la habían dejado unos días, pude ver como había unas escaleras que facilitaban el acceso a la parte alta de los estantes, y entre trozo de chorizo y trozo de morcilla, subí a olismear por sí podía hacerme con alguna joyita de aquel festín de letras.
Me aburrí de buscar y había seleccionado lo menos treinta títulos para llevarme cuando un pequeño resbalón me hizo agarrarme a un tomo de piel curtida con letras de oro que decía “Animalario Exótico”, como casi caigo con el encima me dije que era una señal del destino y me lo llevé.
Con una carretilla y una bolsa que encontré en la cocina cargue quince chorizos, diez morcillas, dos ristras de pimientos de guiso, un par de kilos de cebollas y cuatro o cinco cabezas de ajo, los treinta y pico volúmenes, cinco cajas de cigarros y dos botellas de cognac, que es una cosa que sabe a rayos la primera vez que la pruebas pero que luego se te vuelve dulce en la boca. Busque la noche como una rata que quiere hurgar en el lodo y me daban las patas en el culo para ganar el camino “Los picos”. Tuve que echarme a la acequia viendo venir a los serenos con el candil en la vara, y ahí creo que se me perdió el librito ese de las “Soledades”, pero al fin y al cabo y después de casi siete días fuera llegué a la noche del día siguiente al Cortijo.
El italiano no estaba, los peperoni me dijeron que se iba a montar un sarao que todos los periódicos iban a tener que venir a Zujaira. Y es que resulta que como me había ido esos días la comida había vuelto a escasear y en el pueblo se tenían que comer los jaramagos para poder subsistir. Recordé el dolor de la tripa en mis hermanos y por primera vez entendí de veras el mensaje del italiano aquel primer día. El carro se lo llevaron vereda abajo para que los niños chicos y las madres pudieran medio pasar unos días.
Cuando llegó el italiano me cosió a besos y yo empecé a pensar que se creía mi padre o que se estaba volviendo mariquita.
Supongo que fue entonces cuando los civiles se pusieron encabronados porque alguien allí en el cuartelillo le tiraría de las orejas por dejar que les robaran tanto chorizo. LA cosa se puso dura y muy a las malas conseguía algun trofeito para mí y para el italiano, imagínense buscar para la demás gente. Entonces tuve más tiempo para leer porque mi trabajo era esencial y nadie lo podía hacer, pero tampoco podía arriesgarme a que me trincaran aquellas malas bestias que fumaban tabaco negro sin parar y se cortaban el bigote de forma afeminada.
Empecé a leer el animalario y puedo decir que era algo sorprendente las maravillas que uno encontraba allí, había bichos que solo comían eucalipto, que era una planta que también se usaba para vapores descongestivos, había murciélagos de tres cuartas que les llamaban vampiros. Pero lo mejor era cuando llegaba uno a los insectos… Recuerdo una que le gustaba cargarse al macho después del fornicio, cosa que no dudo gustaría también de hacerse en otras especies pero las mejores volvieron a ser mis amigas las hormigas. Mirando el dibujo del libro pude ver que esas hormigas tenían primas hermanas en la vega y me fui buscando por entre todos los rincones, matorrales y alcaparras algún hoyuelo donde alcanzar a coger alguna.
Las hormigas eran los bichos mas interesantes que habían existido en el reino animal, porque sin duda aparecer en dos libros aunque uno fuera solo de bichos es demasiado para una sola especie y eso quería decir algo.
Casi en la vía por el lado que da a la alameda encontré al fin un hormiguero de dónde brotaban afanosamente las individuas en cuestión, cual fue mi sorpresa que al acercarme fuera de espantarse como cualquier bicho viviente ellas continuaban con su tejer alimentario, con su cualificado trabajo recolector a sabiendas que un pequeño zarpazo mío eliminaba a unas cuantas del tirón. La unión colectiva por encima de la valía individual. Y entonces lo ví clarísimo, entonces supe que el destino me había puesto en aquel sitio y me había dado a conocer a aquella especie con el fin de cambiar para siempre los modos de zafarse de los guardas de fincas, de los civiles y demás incordios para el insigne trabajo que debía llevar a cabo.
Volví al Cortijo aquella noche con una idea bestial rondándome la cabeza.
Sin embargo la podrida realidad nos golpearía una vez más, ví a unos cuantos subiendo pa el Cortijo y me eche a los olivos previendo que iban a buscarnos. El tuerto iba con ellos, solo se que ya no era risa lo que me provocaba su cara… aquella noche vi como mataban y quemaban a los peperoni con el italiano, y sus llamas forjaron un fuego dentro de mi que ya más nunca se apagó, era un fuego mezquino que se gustaba de prender a cada instante sin dejarme otra cosa como remedio más que el llanto amargo de quien a perdido su única libertad, porque la vida se puede perder en cada esquina pero la libertad solo hay una forma de perderla. Me recosté sobre las mismas piedras que habían alumbrado mi aprendizaje en otros días ya lejanos y recordé a Robin Hu, a Pedro Prokin y las hormigas. Pasaron casi dos lunas llenas para que el dolor me dejar pensar y de vez en cuando aun me brotaban sin sentido alguno las lágrimas como queriendo ser dueñas de mis movimientos, acobardarme o dejarme ciego para que no pudiera ver el futuro prospero que quería tejer para la gente humilde del pueblo, para los pobres que siempre terminaban con una ráfaga cosida al pecho si les daba por luchar por algo suyo. Me dije a mi mismo que la única manera de vencer al oponente era seguir robándole por que mediante la lógica, su lógica de fuego y sangre era más poderosa, por que tenía más reales para pagar pistolas.

Supe por el libro que las hormigas siguen un rastro determinado y que cuando chocan entre ellas se transmiten la información, así que me limité a unir los saberes de los dos libros que había leído sobre hormigas y dispuse un complejo entramado para conectar el hormiguero con el granero que el Tuerto había dispuesto debajo de la Realenga. Por mis cálculos después de dos semanas contando el flujo persistente de hormigas que entraba al hormiguero, hacían falta cuatro días para vaciar completamente el granero. Lo de menos era abrir el agujero para que las hormigas entraran, lo peor era despistar la severa atención de El Tuerto que vigilaba día y noche su magna obra… recordé entonces nuestro casual encuentro y me jugué la única baza que podía jugarme. Picó el anzuelo a la primera porque un hombre desesperado siempre es un hombre dispuesto a transgredir las normas. La cosa es que no era precisamente feo el condenado pero que se le va a hacer, era mi única opción. El crimen, permitan que sea algo privado, aunque no les diré que murió sin sufrimiento.
El fin de semana no había nadie que guardara el granero, y todo permanecía en calma exceptuando mi legión de fieles servidoras que recolectaban el grano para el interés de los pobres. Siguieron el rastro marcado por más de medio kilómetro sin perder nunca el rumbo y a juzgar por la eficiencia dudo mucho que fuera yo el que gestara el plan en solitario. A las doce del Domingo mientras la misa se acababa, las últimas hormigas se encerraron en su foso. Tres días dí de margen a las autoridades para verificar la muerte del Tuerto, para certificar el robo del granero y poner en cuarentena a toda la vega santísima, para después darse por vencidos por que al final de todo que sabían ellos si apenas leían los libros.
Cuando pasó el tiempo suficiente me fui caminito abajo a la vía con la sonrisa puesta de largo y una vara rasgando el silencio del camino. Llegué al sitio dónde las entrañas de la tierra guardaban celosas el grano que mi legión había sido capaz de arrebatar a los infames y con la vara abrí el hueco intentando dar con el rubio trigo que se molería en todas las tahonas caseras de Zujaira.
Enorme como un águila se alzó una hormiga del tamaño de mi cabeza y me dijo… “Soy Aquiles y no descansaré hasta hacerte pasto para los cuervos”… en aquel instante resucité en medio del pueblo alterado que pedía la cabeza del capataz, y sentí rabia de no haber leído primero la Íliada para prevenir el ataque feroz de Aquiles.

domingo, 24 de octubre de 2010

Gratis

Deambulando por la senda espinosa
de rutina voraz y descarnada,
si un loco sonríe a cambio de nada
provocará un efecto mariposa,

un desastre en el orden asumido
por cualquiera que se crea normal.
Nos mueve el egoísmo con-sentido,
ambigua frontera entre el bien y el mal.

Comprarás caro el aire que respiras,
se arranca barato la piel a tiras;
razón: amable vecino de al lado.

Las lealtades pasaron de moda,
si es tu tristeza, quédatela toda,
olvídate de un invierno templado.

jueves, 21 de octubre de 2010

Hasta el infinito y más allá

Supongo que no tengo otra cosa mejor que hacer, me paro a pensar en cine, en lo dañino que es el cine cuando uno es pequeño. con tres años me arrojé desde la escalera del patio de mi casa arguyendo que era "superman" y podía volar, la fractura craneal (dice el historial médico) no resvistió gravedad, aunque yo dudo si por ahí se me escapó alguna especie de microchip de esos que se supone que los "nazis" le ponían a las criaturicas que torturaban en Dachau. Cosas de críos. Lo que vengo a decir es que si perdí ese chip al fin y al cabo me libre de alguna especie de manipulación mental que nos meten en la cabeza en las primeras horas de vida y que por supuesto "el sistema" no revela, para poder seguir controlando las mentes de los humanos a su gusto. En concreto mi chip tendría que estar relacionado con las películas Disney y sus atrocidades, porqeu ya desde muy chico no me gustaba el rollo ese de que la sirenita perdiera la cabeza por un "panfilo" que no sabía mirar más allá de sus narices, ni tampoco me gustaba que un tipa tan enrollada como Ursula la pusieran de mala malísima, ni que Ariel tuviera que renegar de su Voz y por tanto de su palabra para obtener el amor del príncipe. Cosa parecida me pasaba con Skar, me despertaba una simpatía extraña, porque un león que tiene ua cicatriz en el ojo, claramente hecha por su hermano mayor, solo merecía el desprecio de los otros leones, cuando lo que no se cuenta en la película es que Skar era un niño maltratado y por eso se iba a los suburbios mas inhospitos donde solo habitan hienas (negros, gitanos, moros, rumanos etc...) y hace amistad con aquellos que al fin y al cabo han sido tambien maltratados, aunque el odio termina por condenarlos. si Skar hubiera superado su trauma infantil, quizá hubiera levantado una revolución contra Mufasa, y el reino animal hoy día sería la asociación federativa de especies animales colectivizadas y unidas por apoyo mutuo... veis como el cine es muy dañino para la mente humana

P.D. si algun día alguien siente pavor ante las peliculas de disney tengo miles de trucos para hacerlas divertidas invirtiendo el mensaje que nos quieren transferir.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Calidad humana

Soy de la opinión de que no existe el trabajo perfecto, y que los altibajos son muy comunes en cualquier situación laboral; creo caracterizarme por decir lo que pienso, políticamente correcto o no, e igualmente creo que este blog es testigo de ello. Yendo eso por delante, en esta ocasión toca hacer autocrítica.

La tarea a la que nos dedicamos es fundamentalmente social y humana, para bien y para mal, y no se puede realizar de forma automática nunca (es el encanto y la dificultad de que tu enorme responsabilidad consista en hacer felices a los niños mientras les enseñas cosas de valor). Es muy común oír "no me pagan para..." como excusa para hacer lo justo y necesario para, precisamente, lo que te pagan. En su derecho está uno de no hacer un ápice más de lo que tu formación, tu sueldo y tu horario (sobre todo éste último, al que a veces nos aferramos con celo) te exigen; sin embargo, en lo que nos traemos entre manos, la generosidad laboral y el esfuerzo extra, no pensando nada más que en aquellos que toman tu rutinaria labor como uno de los eventos del año son una virtud que no se puede pagar con dinero, además de una magnífica autorrealización. Es cuestión de calidad humana, así de sencillo y así de complicado a veces. Cierto es que dicha calidad humana no te da de comer, eso lo entendemos todos, pero ello no hace que debas trabajar mirando el reloj constantemente, escatimando sonrisas o, cual aspersor programado, huyendo despavorido cuando suena la hora de retirada tras el horario remunerado, dejando pendiente lo que sea, incluyendo, por un poner, un profesor que esté conversando amablemente contigo o un crío que te esté preguntando algo interesado (con lo difícil que es ver a un niño haciendo "horas extra").

Vivimos por desgracia en la cultura del no hacer absolutamente nada gratis por nadie, y ésa, así de crudo, es la realidad que hay detrás de proyectos que no funcionan o asuntos que se quedan a medias. Sé que no va a ser el post más bonito o popular del mundo, pero así lo siento ahora mismo y así me ha salido contarlo a quien me lea. Un abrazo para todos y ánimo en el fin de curso, que ya es un empujoncillo nada más...

lunes, 19 de abril de 2010

El jefe

Un dicho popular (que son los más sabios siempre) reza "si quieres conocer a Pepito, dale un carguito"; y la cosa es peliaguda, porque es difícil camuflar la palabra "jefe" y que quede bien; ahí reside el mérito.

Me centraré en Isla Verde; ¿quién manda allí? Pues es más complicado todavía, porque no creais que es el "Emperador" el que nos dice qué y cuándo hacer las cosas, no. Ni siquiera el coordinador es el que manda, porque su estilo es el de no tener que decirte lo que hay que hacer porque confía en ti y en tu capacidad (te vamos a echar de menos cuando te vayas, Rober). Tampoco reside la tarea en los profesores de las visitas, que suelen estar como espectadores o, con suerte (mucha), echando una mano a los sufridos monitores. Algunas malas y afiladas lenguas aseguran sin ir muy desencaminadas que el que realmente corta el bacalao es el conductor de autobus de los coles: si él dice "nos vamos, que se hace tarde", no hay más que hablar (eso es mano dura, sí señor).

Pero si de verdad alguien quiere saber quién gobierna Isla Verde con mano de hierro, quién impone su dictadura, sólo hay que mirar la foto adjunta del ser que no me atrevo a nombrar, no vaya a enfadarse y me engulla cual botella de refresco. Que no os engañe su amplia sonrisa, es capaz de cualquier cosa cuando se le despierta...

sábado, 20 de febrero de 2010

Consejos

En el tiempo que ando en quehaceres ciempiesosos, que empieza a ser considerable ya, cómo pasa el tiempo, he aprendido muchísimo de aquellos con los que he ido trabajando, que han ido enriqueciendo mi repertorio personal; porque especialmente en ocupaciones como las nuestras "cada maestrillo tiene su librillo", y no viene nada mal alguna que otra recomendación de vez en cuando de los que han pasado por las mismas vicisitudes.

Hace tiempo que lleva rondando mi cabeza la idea peregrina de un "recetario infantil" formado por experiencias y consejos propios y ajenos, a modo de cadena, que podría resultar, a la vez de divertido, muy instructivo. Como no soy tan ingenuo y sé que este post tendrá la repercusión mediática de un grano de arena en la playa, y no puedo pedir cooperación (además de que no tengo derecho a ello), me quedo con la idea básica de lo interesante que sería, e igualmente dejo algún consejo de mi experiencia personal para aquellos que pueda interesar, y de paso evito que esto quede soso...

- Cuando no tienes claro si un niño es pequeño o muy pequeño, pregúntale su edad: si te la dice es pequeño, y si te la muestra con sus deditos, es muuuuuy chico.

- Tu compañer@ de matinal es sagrado. Acabará siendo tu socio en la empresa o tu peor pesadilla. Salvo casos insostenibles, procura que sea la primera opción y llevarte lo mejor posible con la persona que vas a ver a diario; suele ser sólo cosa de buena voluntad y mano izquierda.

- Si un grupo de pequeños salvajes se te está desmandando y no eres capaz de captar su atención, diles que se sienten en el suelo, y te será mucho más fácil hablarles.

- Resta siempre importancia cuando te llegan heridos, aunque seas consciente de que no es así y tu reacción sea socorrerles, porque sólo conseguirás provocar un momento de histeria colectiva si te dejas contagiar.

- Una matinal nunca es igual a otra. Comprobado; ni siquiera la del mismo centro de un año para otro. Es cuestión de ir viendo que es lo que el día a día demanda.

Puede que sea cierto o no, no pretendo pontificar, pero son detalles que a mí me han funcionado. Un abrazo para todos.

domingo, 7 de febrero de 2010

La princesa y el balón

Cada sociedad cuenta con un grupo de creencias, maneras de comportarse, ideas de lo correcto e incorrecto y valores que las hacen distintas de las demás, que las caracterizan y las retratan: todo ello, con sus partes positivas y también las negativas es lo que conocemos como cultura. A medida que el tiempo va transcurriendo la evolución de las personas va adaptando dichas reglas no escritas a la nueva manera de vida, constituyendo la nueva “mentalidad colectiva y aprobada”. Así es y supongo que así debe ser.


Y en esas nos topamos con que, mientras en nuestro ámbito, los hombres no se visten con faldas, en Escocia lucir el kilt es motivo de orgullo; o poder observar que, mientras hace tiempo sólo se vestían las mujeres de rosa, ahora ese color también forma parte del fondo de armario masculino. Todo esto viene como introducción a exponer que la cultura pede suponer una forma de enseñarnos a convivir con nuestros semejantes de igual modo que, mal usado, puede lastrarnos mucho más de lo que imaginamos.

Como ejemplo me centraré en el “aprincesamiento” que han sufrido y siguen sufriendo las niñas. Siempre me ha resultado una soberana imbecilidad esa aspiración de las pequeñas por ser princesas que esperan a un príncipe que las quiera mientras se peinan los tirabuzones vestidas de riguroso rosa pastel. Afortunadamente, luego se les va pasando la locura transitoria, pero siempre queda la posibilidad de roles residuales cuando una o uno lo va asimilando desde muy pequeño, que es cuando son esponjas; y de ello mucho tienen la culpa familiares, televisión y Walt Disney (tenía que decirlo).


Me da un vuelco en los higadillos cada vez que oigo “a mi lo que me gustan son las películas de princesas, porque soy una niña”, “el deporte es cosa de chicos” (seguro que en eso estaba pensando Arantxa Sánchez Vicario cuando ganó su primer Roland Garros), “no se viste de rosa”, o “búscate un hombre que te quiera” (y te tenga llena la nevera, como si una fuera incapaz de abrirla solita). Parece mentira que haya siquiera que decirlo, pero estas cosas todavía ocurren. El otro día me contó una mamá con aire guasón que a su retoña de 3 añitos le habían traído los Reyes Magos una cocinita, un cubo y una fregona “para que se vaya acostumbrando”. La profunda tristeza que me invadió lleva mordisqueándome desde entonces, y no he parado hasta compartir mi vergüenza ajena con vosotros…

martes, 19 de enero de 2010

Lo que necesitamos saber

A veces el día a día no nos hace del todo conscientes de que los niños pequeños, aunque parezcan en su mundo, aislados del nuestro, tienen las puertas de los cinco sentidos abiertas de par en par, y lo oyen, entienden, cuentan y perciben todo. Buceando por ahí encontré una referencia con la que estoy de acuerdo (quizá "todo" resulta demasiado amplio, y es más una licencia literaria que una impresión real, pero no anda muy desencaminado) y que me pareció muy bonita. Ahí os la pongo a continuación...


TODO LO QUE NECESITO SABER LO APRENDÍ EN EDUCACIÓN INFANTIL:

"Todo lo que realmente necesito saber, sobre cómo vivir y cómo ser, lo aprendí en el jardín de infancia.

La sabiduría no estaba en el graduado escolar, sino en la montaña de arena.

Estas son las cosas que yo aprendí:

Compartir todo

Jugar sin hacer trampas

No pegar a la gente

Poner las cosas donde las encontré

Arreglar mis propios líos

No coger cosas que no son mías

Decir perdón cuando hiero a alguien

Lavarme las manos antes de comer

Tirar de la cadena

Vivir una vida equilibrada

Aprender algo, pensar algo

Dibujar, pintar, bailar, jugar y trabajar algo todos los días

Echarme la siesta cada tarde

Cuando salgo al mundo tener cuidado del tráfico, agarrarnos de la mano y permanecer juntos

Estar atento a las maravillas

Recordar la pequeña semilla en el plato: las raíces van para abajo y la planta crece para arriba y realmente nadie sabe cómo ni por qué, pero nosotros somos igual que esto

El pez dorado y la tortuga e incluso la semilla morirán. Y nosotros también

Y recuerda la primera palabra que aprendiste: MIRAR

Todo lo que necesitas saber está ahí, en alguna parte...

Coge cualquiera de estas normas y llévala a tu mundo: a tu familia, a tus amigos, a tu trabajo, a tu pueblo, y seguirán siendo verdad. Échate la siesta... e imagina que tienes la capacidad de poner las cosas en su sitio o de arreglar tus propios líos cuando las cosas no van bien...y comprobaras que continua siendo cierto, no importa cual sea tu edad, que cuando salgas al mundo, es mejor que te agarres de la mano y permanezcas junto a alguien..."

"LAS COSAS IMPORTANTES LAS APRENDÍ EN EL PARVULARIO:BREVES RELATOS Y PEQUEÑAS VERDADES"

FULGHUM, ROBERT

Editorial:EDICIONES TEMAS DE HOY, S.A.

viernes, 1 de enero de 2010

Queridos Reyes Magos:

Tras mis infructuosos intentos de los últimos años por contactar con Vuestras Majestades he llegado a la conclusión de que se debe de haber mucho de leyenda en lo que se refiere al tema de la omnipotencia y a buen seguro resulta complicado llegar a todos los sitios sin las indicaciones adecuadas. Como este año he sido bueno y mis intereses en forma de presente navideño no difieren de aquellos que he ido apuntando en el pasado, he decidido que estas líneas van a tener el importante cometido de especificarles la dirección a la que debe llegar el producto de su generosidad.

Mi ciudad se llama Ceuta y es pequeñita, pero acostumbrada a sentirse deseada, consciente de ser pieza clave del tablero y puerta de civilizaciones desde tiempo inmemorial. Coqueta como pocas, se lava la cara justo antes de echarse a dormir, y recibe con los brazos abiertos a cualquier visitante que se acuerde de ella. Por sus calles se respira pluralidad, y de igual modo puedes saludar a Manolo, Mohamed o Samuel que toparte, soportando estoicos los elementos, con Gandhi, Enrique el Navegante, la benemérita o la mismísima cabra de la Legión. Así somos nosotros: elegantes corbatas como las de los políticos de sonrisa lobuna y beso de la muerte que nos representan o lo pretenden que adornan nuestras querencias por el bocata de pinchos de pollo. Esta tierra árida que nos da cobijo, a la vez nos hace mirar con malos ojos al mismo vecino que abrazamos cuando nos lo topamos en territorio ajeno mientras pasea orgulloso nuestra enseña albinegra; porque, ésa es otra: en cualquier evento de relevancia hay un ceutí mostrando su bandera a la cámara.

Si con todo ello aún no se sitúan, debo añadir que sólo han de acercarse lo más al sur que la Iberia peninsular les permita y seguir la música potente que sale de ese primer automóvil con los cristales tintados que se encuentren.

Finalmente, y para que no reste duda alguna, Ceuta es ese sitio privilegiado con playa y montaña cuyos atardeceres enamoran al ser más frío del mundo y la bravura de sus mares inspiraron e inspirarán a los poetas. Es el destino lejano que no cambiaría por nada en estas fechas y, con todas sus espinas, aunque mi corazón tenga nidos dispares, un sitio que nunca podré dejar de llamar hogar.

Puede que se topen para llegar con alguna dificultad si el viento de levante azota con fuerza, pero no deberían tener problema para localizar caminos alternativos, teniendo en cuenta el medio de transporte del que disponen ustedes. Los polvorones y las copitas de anís estarán donde siempre, y si tienen a bien hacerme una visita, les estaré eternamente agradecido. Reciban Vuestras Majestades un caluroso saludo y hasta el año que viene.

Juanito