
Desearía que se diera a quien educa, en el amplísimo sentido de la palabra, el valor que realmente posee su trabajo; mejor aún, desearía que de alguna manera, todos aportáramos nuestro mayor o menor grano de arena en la playa de la educación integral, que más que una palabra que denote dieta sana, se refiere a no reducir la formación intelectual y humana a unas cuantas horas al día en periodo lectivo.
Dirijo estas palabras a aquellos que representan la felicidad de un “cachorrillo de persona” para que, ya que estamos en épocas de carestía, traigan menos regalos, es inevitable, pero con la misma inteligencia, y ojalá mejor aprovechados con unos familiares que les acompañen de vez en cuando a utilizarlos hasta el desgaste.
Decía mi abuela, que como todas las abuelas era una persona muy sabia, que “si no hay sesera, no hay sesera”, pero qué crimen está cometiendo un colectivo que no hace lo que puede para otorgar a sus futuras mentes brillantes (y a las menos brillantes en igual medida) las herramientas necesarias para que alcancen sus mayores cotas…
Queridísimos, Reyes Magos, este año me conformo con transmitirles mis inquietudes a quien sé que va comprenderlas, y si es posible y, con todo, su infinita generosidad llega hasta mi puerta, quizá esperar algún testimonial obsequio que, por supuesto, será bien recibido.
Como siempre, los polvorones y el agua para los camellos estarán en su sitio habitual. Reciban un cordial saludo y todo mi cariño:
Juanito